Prometeo
Cuando los dioses no amaban a la humanidad, hubo en Grecia uno cuya devoción por los efímeros lo llevó a enfrentarse con el poder supremo de Zeus. Prometeo, el titán que robó el fuego sagrado para regalarlo a los humanos y dar así comienzo a la cultura –el fuego es cocina, calor, metalurgia–, quien enseñó las técnicas y las artes, incluidas las de la adivinación, quien dio a la humanidad la mejor parte del buey en el primer sacrificio animal que se realizó (dejando con disimulo los huesos para la divinidad), recibió por ello el máximo castigo que pueda imaginarse: fue encadenado a una roca en un lugar inhóspito donde un águila devoraba su hígado inmortal cada día.
Prometeo encarna la insolencia, el gesto que desafía a una autoridad mayor que la propia. La insolencia prometeica no es caprichosa ni infantil, sino que por el contrario asume plenamente las consecuencias de sus actos. Prometeo (cuyo nombre remite a la previsión) sabe de antemano que pagará un altísimo precio por burlar al soberano; en eso reside su incomparable dignidad. Como observó Nietzsche (otro maestro de la insolencia fascinado por Prometeo), este mito sugiere que la humanidad conquista las cosas supremas mediante un sacrilegio y paga las consecuencias con sufrimiento.
Sin esperar siquiera gratitud de una especie que es aún mero rebaño, el mártir insumiso entrega su destino a los débiles. Las huellas de este mito perviven de diversas maneras: se trata del origen del régimen carnívoro, el origen de la institución sacrificial como modo de contacto con lo divino, el origen de la reproducción heterosexual a partir de la creación de Pandora (otro castigo de Zeus) y, paradójicamente quizás, el origen de todos los males de la humanidad escondidos en la vasija de esa primera mujer. Como si fuera poco, el titán, representante de una desmesura propia de esos dioses antiguos, anteriores a los olímpicos, ofrece también la imagen más sublime de la liberación, que late quizás en cada esperanza humana de redención: un día, el previsor lo sabe, llegará Heracles (Hércules) y lo desencadenará.


