PSIQUE & EROS: de la imagen al deseo
El mito de Psique y Eros nos permite pensar el camino de transformación del sujeto desde una dimensión narcisista, aferrada a la imagen, a otra propiamente erótica. Nos enseña que el ingreso en el ámbito erótico exige asumir el carácter destructivo y transformador de la curiosidad que pone en movimiento, así como la el papel de la envidia y de las mediaciones en el modo de circular del erotismo.
Cuando Eros ve a Psique por primera vez le parece tan hermosa que no puede cumplir con el encargo de su madre. Envidiosa de la radiante belleza de la joven, Venus le había encomendado que la enamorase del hombre más espantoso y miserable. Eros, en cambio, decide clavar la flecha en su propia carne. Tampoco él, dios del erotismo, puede prescindir de ese elemento exterior al momento de enamorarse.
Eros enseña la importancia de la mediación para el deseo –la existencia imprescindible de una flecha, un brebaje, un celestino–, que remite a la rivalidad como principio rector del ámbito erótico: si la bella Venus es su madre, su padre no es otro que Marte, dios de la guerra. La figura de Psique, por su parte, revela el camino que lleva de la imagen al deseo. Hasta que conoce a Eros, la belleza es para Psique una terrible maldición: no logra contraer matrimonio porque quienes la ven se maravillan de tal modo que no se animan a acercarse a ella. El oráculo recomienda abandonarla en lo alto de una montaña vestida de luto, donde la recogerá un marido inmortal y peligroso. Todo el pueblo lamenta que sus bodas sean como exequias, pero ella en cambio declara que por muerta debían tenerla cuando la veneraban como a Venus. Ser objeto de veneración, de contemplación, eso es la muerte.
Para salir de ese estado, que consiste en la muerte en vida, Psique debe comprender su reverso: la vida que habita en la muerte, es decir, la muerte como transformación y proceso. Esta muerte trae consigo la resurrección. En el largo camino que va de la belleza de la imagen al ingreso en la esfera erótica, Psique deberá enfrentarse con la envidia, el carácter destructivo de la curiosidad, la rebeldía, el enigma intrínseco al deseo. Y sobre todo, deberá perder a su amado para recuperarlo luego bajo otra forma. El mito de Eros y Psique revela mejor que ningún otro que el sujeto de deseo no es un punto de partida sino más bien el resultado de un proceso, que conviene llevar a cabo si no queremos ser devorados por el paraíso mortífero de la imagen ideal.


